Lean
sus ciencias
en
remera,
en un
cuarto fresco,
aislados
del terral,
atados
a los modales que detesto,
que
hacen despreciar lo
que en
realidad es
esencial.
Con
costumbres incoherentes
hasta
para Carnot,
se
sentencian aún mas
indiferentes,
a su
fatal destino.
Y me
agarra más escozor,
tanta
muerte,
tanto
daño a nuestra madre,
y yo
sigo sin encontrar al amor,
y
revivo antiguas y proféticas
pesadillas
donde
el mundo se convierte
lentamente
en un horno a vapor.