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martes, 18 de junio de 2013

El enemigo - Charles Boudelaire




"Mi juventud no fue sino una tenebrosa tormenta,
atravesada aquì y allà por destellantes soles;
el trueno y la lluvia han provocado tales estragos
que en mi jardìn si apenas quedan los bermejos frutos.

Ahì yo he alcanzado el otoño de las ideas,
y debo emplear la pala y los rastrillos
para reunir de nuevo las tierras anegadas,
donde el agua cava fosas tan grandes como tumbas.

¿Y quièn sabe si las flores nuevas que yo sueño
encontraràn en este suelo lavado como arena
el mìstico alimento que les darà su vigor?

¡Oh, dolor! ¡oh, dolor! El tiempo se devora la vida
y el oscuro enemigo que nos roe el corazòn
al beberse nuestra sangre crece y se fortalece".

Charles Boudelaire, Las flores del mal.



El portero

Por Juan Disante
Estoy cansado de sacar basura a la calle. Ya son muchos años. Subir y bajar con bolsas cargadas. Hay que juntar los desechos de todas las familias del edificio. Hay que atar bien cada bolsa con cuerdas.  Hay que bajar al sótano. Hay que subir del sótano. Siempre igual. Mientras, todos se reúnen en familia. Ensamblados, miran televisión. Por la noche, no les importa otra cosa. Yo no esperaba esto. Por las mañanas todos salen a la calle. Para acá y para allá. Sin motivo. Trabajan, hacen gimnasia, estudian, avanzan, retroceden, se muestran, opinan, pelean, se divierten. Mi mundo es la cuadra, camino hasta una esquina y vuelvo. Converso con un colega de enfrente que refacciona su casa, lo voy a ayudar a llenar enormes bolsas. Escombros. Voy hasta la otra esquina y vuelvo. Siempre vuelvo.  Vuelvo a barrer el pasillo, a pasar el lampazo sobre cada una de las pisadas de los consorcistas y sus rumbos. A escucharlos. A cuidarlos. Cada noche, con fuertes nudos, nada debe escapar de las bolsas. Hay que tener fuerza para subirlas. Son pesadas. Muchas veces reviso las cosas que tiran, las analizo. Las selecciono. La basura contiene objetos de todos los integrantes que una familia descarta. Envases de cosméticos, maquinitas de afeitar, flores marchitas, prendas usadas, cartas de amores rotos. Y más que objetos, emana vapore
s, hálitos del alma, una especial sugestión.  ¡Cuánto me posesiona! Sin ninguna duda, la basura es la prolongación de los cuerpos. Seguramente algunos dirán de mí que soy perverso, un psicópata. Pero otros dirán que soy buena persona, que soy servicial. Y voy a decir que sí, que ciertamente soy muy servicial. Dediqué mi vida a ello. Siempre quise ayudar al prójimo. Alcanzarles herramientas, escaleras, realizar tareas que ellos no pueden hacer. Pero, siempre quise ser como ellos. Pensar como ellos. Opinar con sus mismas convicciones. Lo único que no alcanzo a comprender son los motivos de la gente. ¡Qué ciudad difícil es esta! Extraño a Tilcara. Y no sé por qué a mis quince años. Cada uno de mis vecinos, teniéndolo todo, inventan vacíos, vacíos existenciales, vacíos de móviles. Pero, vivir en una terraza es vivir afuera. Todos viven adentro. Vacíos, pero internados. Ahora lo entiendo perfectamente. Me gusta pertenecer a los de adentro. Soy una buena persona. Acá, nada se comprueba, todo se da por hecho. Quiero ser como todos. Mi mujer está muy enferma y me asusta mirar hacia adelante. La inseguridad, sólo es la soledad. No quiero verme en la intemperie de una terraza desolada. A mis años, tengo que decidirme a cambiar. Tengo que producir un acontecimiento que tome cuerpo y eche a volar. Algo que me demuestre mi propia integridad. Esto será posible si esa actuación pueda ser desinteresada. Como se dice hoy: “Que no tenga móviles”. ¡Exactamente eso! Cada paso de mis vecinos no tiene ningún móvil. Esta vecinita que está abriendo la puerta de calle es mi símbolo íntimo. No quiero sacar una bolsa más. Ya no tengo móviles. Sólo mi inocencia.