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sábado, 3 de diciembre de 2011

5 AM (o sinfonía mental para volver solo de una bar)


Amasando los límites difusos
de mi mente,
salgo a la noche, entro en su oscuridad,
el zumbido del silencio en mis oídos
se atraganta con punzantes espasmos de soledad.

Y entre triángulos banales, borrosos y
sin sentido
despejo mi alma, y me zambullo en el drama,
las frías luces que solían ser estrellas,
el cuadrado monótono del rutinario caminar,
el aullar de lobo que tiene el viento,
el frío que disfrazado de corsario
perfora mis huesos y reverbera
en sangre en mi garganta,
el tiempo que pasa frente a mí
ignorando las cítaras que interpretan
los desatinos de mi agonizante juventud,
el gusto del vino malo, el  olor a cigarro malo
los aros blancos, balanceándose sincrónicamente,
la oscuridad mental, ninguna virtud.

Y la triste sinfonía que alcanza un interludio,
interludio que amenaza con finalizar otro día.


Eduardo Heilbron

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