Ya
no puedo obviar
la
gente revolviendo
basura,
ni el sufrimiento
de
la mula del carrero
al
cruzar las frías calles.
Ya
no puedo entender
el
sadismo de la
industria,
el masoquismo
cárnico
del consumidor
que
consume muerte.
No
escucho tus suspiros,
los
tapan las bocinas.
Los
tapan los gemidos de dolor
del
toro obligado a morir en la plaza.
No
veo tu luz
entre
tanta oscuridad
plástica,
entre la tragicómica
falácea
de ciclos no
sostenidos
en el tiempo
dejaré
de maldecir
a
mi intuición
y
comenzare a seguir
a
mi instinto
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