¿Dónde quedó
la brisa helada
que anunciaba
la senescencia.
Ahora
a las hojarascas
las pisoteamos
en ojotas.
Los huesos ya no crujen.
Los dientes no castañean.
Ahora
todo se volvió pastoso
arenoso
con sed-
hasta mi cama,
que sigue estando fría
que me sigue
dando noches largas y crueles,
bañada en traspiración.
Observo con desilusión,
como los humanos presenciamos
otra extinción.
La extinción del otoño.
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