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martes, 18 de octubre de 2011

Mano de obra devaluada - por Gabriel Rosales


¿Cuánto valen unas manos que sirven, solícitas, una mesa? ¿Cuántos las que apilan ladrillos, forman medianeras, levantan rascacielos, alisan y pintan ásperas paredes entre las que no vivirán? 
- Eso depende. Dicen algunos, pero ¿de qué depende?
– Del precio de mercado, de la fluidez económica, de la capitalización bancaria, de la Unión Europea.
Es vieja esa historia. Los que sólo tienen para vender su fuerza de trabajo en mesas que no disfrutarán, o el sudor de su frente construyendo paredes que habrán de cobijar a otros hoy, en estos días de crisis de la prospera Europa, andan devaluados. La realidad cotidiana les recuerda que, aunque parecían estar en el primero, nunca habían terminado de escapar del tercero. Vivían en el tercero del primero, o en un primero de tercera, que no es lo mismo pero es (casi) igual.
¿Y mientras tanto? Tomamos una cervecita –dicen, digo-, miramos televisión, jugamos a la playstation (¿el nuevo opio de los pueblos?), disfrutamos de la comodidad de este hermoso piso hipotecado. El asunto es tirar con el paro mientras llega otro curro en algún restaurancito, ciber o edificio de improbable construcción
-¿Y sí esos 400 euros del seguro caen entre los recortes sociales del Partido Popular o la derecha derechosa? ¿Y si esos 400 euros del seguro caen entre los recortes sociales del PSOE o la derecha socialista?  
Mejor no pensar en esas cosas, mejor sigamos jugando a la playstation mientras esperamos que surja, de entre las piedras, algún trabajo.
Y yo, argentino de Argentina. Doctorado en crisis cíclicas pregunto:
- ¿Y si no llega? ¿Y si lo único que queda es jugar, jugar y jugar a la playstation?
- Siempre llega, vos no viviste en estos años aquí, no hay porque desesperarse, ya aparecerá algo, alguien. 
Impostando seguridad dicen lo que dicen, pero dudan. Y por las mismas dudas hay que reservar algunos euros para el pasaje de regreso ¿A dónde? Al tercero que está en el tercero y no en el primero ¿Para qué? No sé, la verdad que no sé.   

Así cómo los negros que se llevaron desde el otro lado del mediterráneo (o casi). 
Así cómo los campesinos que escaparon de la primera y la segunda guerra (o casi). 
Así (o casi) andan –andamos- algunos uruguayos, argentinos, chilenos, peruanos, marroquíes, españoles.
En este mundo globalizado que sigue girando, cambian las circunstancias, pero no los culpables ni los culpados. Mercancía, mano de obra devaluada que va tirando, como puede, con el paro.
(Por lo menos, aquí en Málaga, la playa es gratis y en la playstation aún se puede soñar con ser Messi.)  .








por Gabriel Rosales - un puntano estudiando en Málaga

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