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lunes, 16 de febrero de 2015

Llueve sobre inundado



Mi joven espíritu observa azorado


como el barrio amanece inundado.


Me lamento


por aquellos que perdieron todo,


aunque ya no tenían nada,


los viejos olvidados,


la perra con cachorros abandonada


a su suerte,


a ser víctimas del monocultivo,


la usura, la burbuja inmobiliaria


pronta a estallar, la indiferencia,


igual de dura


hasta con los indiferentes,


al consumo que nos consume,


a la publicidad que nos inunda.


Mis brazos están cansados


de nadar sin ver tierra,


como las vaquitas están cansadas


de nacer sentenciadas.


Formamos parte,


aunque lo neguemos,


de la entronización del pesticida,


de la aceptación diaria del invernadero.


Somos culpables de las migraciones


de aves,


de la desaparición progresiva


de las prendas de lana,


de que se tapen los desagües.


Debemos pagar nuestra estadía,


debemos hacernos cargo de siglos de desidia.


Despertar.


El sentido común dijo:


“Nunca tendrás suficiente,


de lo que en realidad no necesitas”

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