Se despiertan los
tambores,
se despierta momo,
el diablo sale a
parrandear,
y me llama
gentilmente
al aquelarre donde
se ensaya alegría,
a perderme y bailar,
y verlas bailar,
y llena mis ojos
y mí arruinado corazón
con sus movimientos
y con nuestro brillo.
Con mi piel generosa
y ansiosa,
ardo en estas noches
de calor exagerado
y voraz,
y mis pies se
disuelven
al son de las
batucadas,
entre plumas y lentejuelas
que se nutren de la alegría
que alimenta y atenúa
las trasnoches.
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